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El Pueblo Inuit

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Los Inuit son un pueblo amable y tranquilo, son simpáticos, tímidos y risueños (compartir la risa con alguien es equivalente al contacto íntimo), con una moral basada en la generosidad y la comunidad, sin más leyes que las de la experiencia transmitida por la costumbre. El contacto con los occidentales, el comercio colonizador, la religión católica y una moral muy distante de la suya, han hecho que desde principios del siglo XX, hayan perdido buena parte de su identidad, ante un sedentarismo no resuelto y una excesiva dependencia de los subsidios estatales.

pueblo Inuit

Originariamente los Inuit, junto con los Yupik del sur de Alaska y este de Siberia, son el conjunto de pueblos indígenas que habitan los territorios del Ártico y que poseen un origen común en el noreste asiático. El nombre con el que se autodenominan significa “la gente” en su propia lengua, del singular Inuk “hombre” o “persona”, frente a eskimo (esquimal) ampliamente utilizado, pero que en Canadá y Groenlandia tiene connotaciones peyorativas. El término esquimal, que engloba a los diferentes grupos en un solo nombre, tiene una etimología controvertida, si bien la mayoría acepta la teoría según la cual el término eskimo recuerda a askamiciw“el que come carne cruda”, con el que eran denominados por sus vecinos los indios vabinaks según fueron descritos por el pastor Biar allá por el siglo XVII. Otros estudios afirman que eskimo suena muy similar a como los Inuu (montagnais de la región del Labrador) se referían a los inuit de la región al denominarlos “cazadores con raquetas de nieve” o “los que hablan en otra lengua”, dependiendo de  las fuentes. La hipótesis más probable es que el término apareciera en occidente entorno al siglo XVI, a través de los balleneros vascos con los que los indios montagnais mantenían relaciones comerciales, y posteriormente fuera  transmitido a ingleses y franceses.

Los caracteriza un físico adaptado las duras condiciones climáticas; baja estatura, constitución robusta, miembros cortos para retener el calor, o los ojos rasgados y pestañas pesadas que protegen del resplandor del sol sobre el hielo. Fueron un pueblo eminentemente nómada, que se desplazaba en función de las estaciones y de las temporadas de caza.

Las cifras sobre su migración bailan según las fuentes, pero se estima que entorno al 12.000 a.C. (otras hablan de hasta 40.000 años) llegaron hasta Alaska procedentes del Este de Siberia cruzando el Estrecho de Bering durante la última glaciación, ya que por aquel entonces sería transitable a pie, a través de un istmo que llegaba a tener 1.500 km de norte a sur. Durante milenios se fueron desplazando por el área del Ártico hasta llegar los primeros pobladores a Groenlandia, entorno al año 2.500 a.C.

pueblo Inuit

Numerosas culturas fueron poblando estos territorios, desapareciendo en algunos casos dada la extrema fragilidad de las condiciones de vida y las posibilidades de subsistencia, adaptándose con mayor éxito en otros, como el de la cultura Thule, de la que proceden la mayoría de los pueblos indígenas que hoy viven en las regiones del Ártico. Los Thule llegan a Groenlandia sobre el año 1.000 d.C. tras migrar desde las tierras de Alaska, y tuvieron los primeros encuentros con vikingos alrededor del 1.300 d.C.. Tras el nuevo enfriamiento ocurrido a partir del siglo XIII y la consiguiente “pequeña edad de hielo”, los cambios de las costumbres de caza sobre todo por el nuevo congelamiento del mar en el área, conllevaron el aislamiento, y ocasionalmente extinción, de distintos asentamientos a lo largo del Ártico. De hecho cuando los primeros exploradores europeos encuentran asentamientos en estrecho de Smith y en Angmagssalik, en 1818, sus pobladores aún pensaban que eran los únicos habitantes de la tierra.

Sociedad

La base de la sociedad inuit era la familia, sin relaciones de pertenencia a la tribu más allá del parentesco; dadas las durísimas condiciones de vida, formaban núcleos muy sólidos y solidarios. Virtudes comunales como el trabajo y la generosidad eran muy reconocidas, mientras que el egoísmo era uno de los peores defectos. El miembro más inteligente no debía demostrarlo ante los demás, y el cazador más capaz debía alimentar al resto sin enorgullecerse por ello.

No existía un jefe nombrado a tal efecto que rigiera el poblado, pero generalmente se reconocía el poder ético del mejor cazador, o la reputada conducta de uno de los miembros por su sabiduría, generosidad y modestia al que todos acudían para dilucidar disputas u obtener consejos.  Este no imponía su parecer al resto, sino que simplemente sugería. Existían una serie de leyes no escritas que servían para mantener al grupo unido, de manera que era incluso más importante mantener la paz y orden del grupo que cumplir este tipo de leyes. El castigo era establecido entre los miembros la comunidad de la forma más pacífica posible; así el robo o el incumplimiento de sus obligaciones se resolvían con la ridiculización del individuo. Una vez superado el castigo, se olvidaba por completo si la conducta había sido corregida.

Tan solo en el caso de castigos por asesinato se tomaban decisiones que iban en contra del pragmatismo orientado a la supervivencia. La muerte de un miembro de una familia debía ser vengada con la muerte del asesino o de algún miembro de su familia, y podían pasar años antes de que se concluyera este tipo de conflictos.

Los matrimonios eran vistos como una oportunidad para ampliar los lazos familiares, ya que dada la fragilidad de la vida en este entorno, el disponer de una extensa red de parientes te podía asegurar la ayuda en épocas de escasez. Estos matrimonios solían concertados según las necesidades de cada familia, y se establecía como edad casadera la de la primera menstruación de la mujer, mientras que el hombre debía ser capaz de cazar en solitario (entorno a los 20 años). Al ser poblaciones muy pequeñas era normal la escasez de mujeres u hombres en unas y otras, por lo que la poligamia y poliandria eran habituales. El intercambio de esposas era práctica habitual, tanto por razones puramente hedonistas, como por intereses comerciales (cuando un cazador salía por una temporada cambiaba a su esposa por la de otro hombre que era mejor cocinera o más hábil). Igualmente ofrecían a su mujer en signo de aprecio y amistad. Estas relaciones extramatrimoniales no estaban mal vistas siempre que fueran idea del marido, o contaran con su consentimiento. El divorcio era habitual, generalmente motivado por malos tratos del marido, cada cual se llevaba sus bienes, pero continuaban manteniendo el contacto entre las familias. Las madres solteras no eran tampoco mal vistas, y además siempre había hombres dispuestos a hacerse cargo de ella ya que el matrimonio representaba posición social. Los niños huérfanos no solían ser adoptados, y debían buscarse sustento mendigando; pese a ello no eran mal vistos, y abundan las leyendas de huérfanos que consiguen salir adelante y llegar a ser reconocidos miembros del poblado.

pueblo Inuit

Si bien existía la propiedad privada, la comida era un bien común y era repartida en función de las necesidades. El trabajo se dividía en función del sexo; los hombres se dedicaban a la caza y a la talla de artesanía, mientras las mujeres se dedicaban a la elaboración de la comida y la preparación de las pieles.

Cuando las condiciones eran especialmente difíciles, y el grupo se hallaba en dificultades, siempre se miraba el bien del grupo antes que el del individuo, de manera que se sacrificaba los miembros más débiles de la comunidad (niños, ancianos o enfermos). Los ancianos solían cometer suicidio ante estas situaciones, para evitar a su familia el doloroso trance de tomar tal decisión. Ello no implica que no se apreciara a los ancianos, al contrario, ya que eran muy respetados como fuente de experiencia.

Los asentamientos tradicionales contaban con una población aproximada de 100 miembros, siendo, generalmente, permanentes en invierno mientras que se dedicaban al nomadismo en verano, utilizando tiendas con estructuras de madera de deriva o hueso de ballena cubiertas por pieles, los tradicionales tupeq y tipi. La distribución de las viviendas en los poblados se realizaba en función del mayor aprovechamiento de la luz solar, y de la máxima protección de los vientos. Se realizaban generalmente con muros de piedra y turba, con una techumbre de madera de deriva sobre la que se colocaban piezas de tierra con hierba, y sobre ella pieles. Disponían de una entrada semisubterránea que mantenía el calor del hogar, y contaban en el interior con una parte sobreelevada que servía para comer y dormir, y el resto para cocinar.

Durante la época de caza invernal usaban el iglú (que en su lengua significa “casa”), que podían construir allá donde lo necesitaban con el hielo del lugar. Estos también disponían de un banco central elevado para dormir, con espacios laterales donde se disponían las lámparas de aceite con las que calentaban el interior, que se mantenía cálido gracias al mismo sistema de acceso semienterrado.

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